Somos misioneros en un mundo que necesita amor y la familia es el seno en donde se forma y alimenta ese amor para llevarlo a todas partes. En muchos hogares en la actualidad vivimos muy ocupados con la rutina diaria del trabajo, escuela y otras obligaciones. Nos olvidamos del tiempo para compartir y alimentar el amor familiar. El Papa Francisco en una audiencia general de enero reflexionó sobre los efectos de la ausencia de los padres en los hijos y en las graves consecuencias de una sociedad que, en la práctica, está formada por niños y adolescentes “huérfanos”.
Como padres de familia estamos llamados a formar en amor a nuestros hijos con nuestra presencia y dedicación en cosas tan sencillas como ayudarles en las tareas de la escuela, jugar pelota, y orar juntos antes de comer. La educación, el trabajo y los logros profesionales no pueden ocupar el primer lugar en nuestras vidas porque corremos el riesgo de perder lo más importante que nos mueve y alimenta para vivir.
La mejor herencia o legado que una familia deja es la compasión, perdón, servicio y otras expresiones de amor que quedan guardadas en la memoria para siempre. Esa misión debe continuar más allá del hogar, y no caer en el error de solo amar y servir a nuestras familias o amistades más cercanas. Nuestro entorno necesita gente compasiva que esté dispuesta a servir a los demás sin interés y especialmente a los más frágiles de quienes muchas veces nos olvidamos en nuestra sociedad.
En la misión del amor podemos aprender a dejar de juzgar tanto las apariencias y darnos la oportunidad de conocer el corazón de los rechazados que quizás solo necesitan de un poco de afecto y caridad para ser transformados. También en la misión del amor podemos aprender a ser más tolerantes con los que piensan o actúan distinto, y encontrar caminos de diálogo de respeto y aprecio.
El amor es una misión que se sigue escribiendo todos los días y necesita de nuevos misioneros dispuestos a vivirlo y compartirlo. Las noticias alrededor del mundo, por lo general, no son alentadoras, pero de nosotros depende cambiar el rumbo de nuestro entorno más cercano y sembrar semillas misioneras de amor que poco a poco construyan una sociedad más misericordiosa como Jesús nos encomendó.
“Les doy este mandamiento nuevo: Que se amen los unos a los otros. Así como yo los amo a ustedes, así deben amarse ustedes los unos a los otros” (Juan 13:34).
Javier Iván Díaz es docente, cantautor y conferencista de OCP.