Lo que me encanta del Papa Francisco es que es tan accesible y práctico. Su sonrisa es contagiosa, su amor genuino, y no tiene miedo de hablar sobre sus propias experiencias y relaciones. Entonces, cuando el Papa Francisco anunció el Año Jubilar de la Misericordia y el tema para la Jornada Mundial de la Juventud 2016 en Cracovia, supimos que entendía y vivía la misericordia en su propia vida.
Sabía que era un día especial. Su hijo y su esposa tenían cita con el ginecólogo para el examen mensual y el ultrasonido para averiguar el sexo de su bebé. David y Jessica vivían en otro estado del país. Tenían casi siete años de casados y hasta hace pocos meses habían podido concebir por primera vez. El teléfono sonó. Del otro lado se encontraba su hijo, su voz llena de gozo: ¡Mamá, ya sabemos el sexo del bebé! La madre respondió, espera, no me lo digas, voy a llamar a todos para que te escuchen. La madre llamó a su esposo y a los otros hijos. ¡Es David! ¡Vengan para que nos dé la noticia juntos! Todos llegaron y se reunieron alrededor del teléfono. La madre agregó, ¡ya estamos todos, hijo! David dijo, bueno, les quiero informar que todo va muy bien con el embarazo y… que vamos a tener… ¡un niño! La reacción no se hizo esperar, todos gritaron y aplaudieron con alegría. Hubo abrazos de felicitaciones y hasta algunas lágrimas de gozo por la noticia. No cabía ninguna duda, este bebé era ya amado y esperado con mucho gozo y anticipación.