Un domingo, en medio de los preparativos para la catequesis, unos padres de familia se acercaron y compartieron conmigo lo difícil que era llevar a sus hijos a la catequesis. Preguntaron: "¿Cómo podemos animarlos?".
Cuánto nos ama Dios que nos ha regalado el privilegio de participar en la misión salvífica del mundo, y nos ha hecho co-creadores en la historia de la humanidad. Nos ha dado la posibilidad de crear el futuro. Y es “porque Dios nos amó primero que nosotros podemos amar”, (1 Jn 4,19) y es porque Él nos dio la vida, que vida podemos dar.
Un ejemplo de este amor ha sido el reflejo del amor de Dios en el matrimonio de mis padres. Desde mis primeros recuerdos el centro de nuestro hogar siempre fue Dios. Mis padres, a pesar de los “sube y bajas” de la vida, se mantuvieron firmes en la fe, el amor, y la confianza en Dios. Cada momento de alegría o tristeza, aprovecharon para enseñarnos a mí y a mis hermanos que Dios está con nosotros y Cristo es “el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6). Cada noche rezaban con nosotros y cada semana teníamos una reunión familiar para orar y reflexionar acerca de las decisiones tomadas a diario, donde muchas veces fallábamos en ser cristianos; como cuando nos peleábamos, o a veces éramos envidiosos o perezosos, o simplemente desobedientes. La respuesta de mis padres a nuestras faltas siempre fue de una disciplina enraizada en el amor, la paciencia y el perdón incondicional. En mis papás, logré ver el significado de la libertad y de la dignidad humana ya que siempre me inculcaron que la libertad viene con responsabilidad y que cada hijo de Dios debe ser tratado con la dignidad que Dios nos regala desde la concepción. Mis padres sembraron la fe en mí y en mis hermanos, y hoy, gracias a su “sí” al Señor podemos ver los frutos en nuestro propio caminar y en que hemos encontrado nuestra vocación al matrimonio.
En un mundo que nos vende una libertad falsa donde la dignidad del ser humano es despreciada, es importante que al igual que mis padres, hagamos nuestra parte en la misión salvífica del mundo. En especial, para aquellos que estén en contacto con los niños es esencial que tengan presente en cada momento lo que nos pide Jesús, “dejen que los niños vengan a mí” (Mt 19,14). Respondiendo al llamado de Dios, necesitamos estar bien formados e instruidos en nuestra fe, pero sobre todo reflejar lo que predicamos. De esa manera podremos nutrir el “eslabón” de la cadena de la fe que son nuestros hijos que después serán padres, abuelos etc. También, necesitamos estar actualizados en los cambios tecnológicos y los medios sociales para educar a nuestros hijos en cómo usarlos. Como nos dice Gaudium et spes “los cónyuges saben que son cooperadores del amor de Dios Creador… Por eso, con responsabilidad humana y cristiana cumplirán su misión y con dócil reverencia hacia Dios se esforzarán ambos, de común acuerdo y común esfuerzo, por formarse un juicio recto, atendiendo tanto a su propio bien personal como al bien de los hijos, ya nacidos o todavía por venir, discerniendo las circunstancias de los tiempos y del estado de vida tanto materiales como espirituales, y, finalmente, teniendo en cuenta el bien de la comunidad familiar, de la sociedad temporal y de la propia Iglesia”.
Artista y cantautora Católica, JoEmma desde pequeña manifestó su amor por Dios, la música y el canto. Actualmente, JoEmma sirve como coordinadora del ministerio de jóvenes y jóvenes adultos en la parroquia de San Gregorio Magno en la Arquidiócesis de Miami.